Se me ha
perdido un botón
y el ojal
está asustado.
¿Alguien
ha visto pasar
a un
gordito nacarado?
Dicen que rodó esta tarde
despeinado y en hilachas,
con aire de distraído,
algo dudosa su facha.
Se
comenta que llevaba
un
atadito de ropa,
un
sombrero de papel
y un
cuenco para sopa.
Bolsillos del vecindario
revisan sus callejones,
algunas mangas chismosas
sospechan por los rincones.
Hasta que
llega de noche
el
botoncito canchero,
nácar de
luz la sonrisa,
media
flor en el sombrero.
Y todos quieren saber
qué riesgos ha desafiado,
qué monstruos lo han perseguido
¡pobre botón extraviado!
Pero el
botón, calladito,
se sonríe
de costado,
como
suele sonreír
un botón
enamorado.
Y se columpia en un hilo,
y se acomoda la flor,
y sube a ocupar su puesto
silbando un silbo de amor.
VALERIA
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